PLAN LECTOR Y PRODUUCCION ESCRITA

 EJERCICIO

1. Lee los capitulo.

2. Reunete con los compañeros del capitulo escribe los capitulos que faltan de los compañeros que faltan por tener capitulo.

3. Lee el capitulo a tus compañeros.

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Capítulo 1: "El profesor en coma"

El sol se filtraba tímidamente entre las copas de los árboles del monte, proyectando sombras alargadas sobre el campamento. Todo había comenzado como un día más para el profesor José Charry. Los estudiantes se habían organizado en grupos de investigación para recolectar datos en el monte, mientras él se quedaba en el campamento base. Era un lugar despejado, cerca de un riachuelo, rodeado de árboles altos que ofrecían un aire fresco en el caluroso mediodía.

Charry, un hombre de unos cuarenta años, de rostro severo pero justo, se sentó a esperar. Su tarea era sencilla: supervisar que todo marchara bien y preparar la comida cuando los estudiantes regresaran de sus exploraciones. Encendió un pequeño fuego para calentar agua, mientras revisaba las anotaciones que los estudiantes le habían dejado antes de partir. Llevaba años en la enseñanza rural, pero este grupo en particular le parecía diferente. Había una energía especial, un sentido de compañerismo que no siempre veía en otros años.

Sin embargo, mientras el día avanzaba, una inquietud comenzó a rondar en su mente. El viento había cambiado de dirección, soplando de manera extraña, trayendo consigo un olor metálico, casi amenazante. Charry se levantó, sintiendo un escalofrío que no tenía nada que ver con la temperatura. Se giró, observando los alrededores del campamento. Todo parecía en orden, pero la sensación de que algo no estaba bien lo seguía inquietando.

Fue entonces cuando escuchó un crujido detrás de él. El profesor se tensó, pensando que quizá era algún animal que se había acercado al campamento. Se giró lentamente, su mirada escaneando el borde del bosque. No vio nada al principio, solo el susurro de las hojas movidas por el viento. Pero antes de que pudiera reaccionar, una sombra emergió velozmente entre los árboles, dirigiéndose hacia él.

Charry no tuvo tiempo de gritar. Algo duro y frío golpeó su cabeza, y el mundo a su alrededor se desmoronó en un torbellino de dolor y oscuridad. Cayó al suelo con un sonido sordo, su cuerpo quedando inerte junto al fuego que chisporroteaba débilmente.

Horas más tarde, los estudiantes regresaron al campamento. Los pasos de los primeros en llegar, un pequeño grupo de tres, resonaron por el claro mientras bromeaban sobre sus descubrimientos. Pero al entrar al campamento, las risas murieron abruptamente. Lo que vieron los dejó helados.

El profesor Charry yacía en el suelo, inconsciente, con una herida sangrante en la cabeza. Alrededor del campamento, las provisiones estaban esparcidas, algunas de ellas claramente robadas. Los sacos de comida que habían traído para varios días habían desaparecido, y lo que quedaba estaba destrozado, como si alguien lo hubiera revisado a toda prisa.

—¡Profe! —gritó uno de los estudiantes, corriendo hacia él, mientras los demás se acercaban atónitos. Intentaron despertarlo, pero no hubo respuesta. Su respiración era débil y su pulso irregular.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó uno de los chicos, con la voz temblorosa, mientras miraba a su alrededor con una mezcla de miedo y confusión.

El grupo más numeroso llegó poco después, deteniéndose en seco al ver la escena. El caos había tomado el control. Todos hablaban al mismo tiempo, tratando de encontrar sentido a lo que estaban presenciando. El profesor, alguien en quien siempre habían confiado, yacía indefenso. Las provisiones, su sustento, se habían esfumado. El bosque, que al principio parecía solo un lugar para la investigación, ahora se sentía hostil, como si escondiera secretos oscuros entre sus sombras.

—Tenemos que hacer algo —dijo finalmente uno de los estudiantes, mientras los demás intentaban controlar el pánico.

Pero, ¿qué podían hacer? Allí, en medio del monte, con su profesor en coma y sin comida suficiente, las respuestas parecían pocas y las preguntas muchas.

 

Capítulo 2: "Los acusados"

Sara caminaba con los brazos cruzados, su ceño fruncido se profundizaba con cada paso. No era la primera vez que Valery le preguntaba lo mismo en el día, y no sería la última.

—¿Puedes creer que nos puso con ellos? —insistió Valery, apuntando hacia Fabián y Maicol Estiven, que caminaban un par de metros por delante, riéndose de algún chiste interno.

—No sé qué estaba pensando el profesor Charry —respondió Sara, sin poder ocultar la irritación en su voz.

Ambas habían esperado que, al formar los grupos, el profesor las emparejara con amigas o al menos con compañeros que les cayeran bien. Pero en lugar de eso, Charry decidió que lo mejor era mezclar a los estudiantes para fomentar el "trabajo en equipo". Así, ellas dos, que preferían concentrarse y trabajar en silencio, acabaron con Fabián, siempre bromista, y Maicol Estiven, conocido por distraerse y perder el foco.

—Nosotros podríamos haber terminado la investigación en la mitad del tiempo si no fuera por ellos —murmuró Sara, mirando de reojo cómo Maicol Estiven se detenía para observar unas piedras al borde del camino.

—¡Ey, chicas! —Fabián se giró, sonriendo—. ¿Por qué caminan tan lento? ¡Vamos a llegar los primeros!

Valery y Sara intercambiaron miradas de frustración.

—No es una competencia —respondió Valery en tono seco, pero Fabián ya se había girado para seguir su paso acelerado.


Fueron los primeros en llegar al campamento. Eso no lo podían negar. Y ahí estaba el problema.

Cuando entraron en el claro y vieron al profesor José Charry tirado en el suelo, herido e inconsciente, Sara sintió que el suelo se hundía bajo sus pies. Valery soltó un jadeo ahogado, mientras Fabián y Maicol Estiven corrían hacia el cuerpo del profesor.

—¡Profe! ¡Profe, despierte! —gritó Maicol Estiven, sacudiéndolo con desesperación, pero Charry no reaccionaba.

Fabián, que generalmente tenía una broma lista para cualquier ocasión, se quedó callado, arrodillado al lado del profesor. Miró a Sara y Valery, que aún estaban de pie, paralizadas por la escena.

—Esto no está bien —dijo Fabián, su voz ahora seria.

Valery finalmente recuperó la compostura y, sin decir palabra, comenzó a buscar entre las cosas esparcidas en el campamento. Los sacos de comida habían desaparecido, y lo poco que quedaba estaba desparramado, como si alguien lo hubiera revisado y destrozado a toda prisa.

—Nos han robado la comida —dijo con incredulidad, mientras se agachaba para examinar los restos.

Fue entonces cuando llegaron los otros grupos. Los estudiantes entraron al campamento en tropel, y al ver al profesor inconsciente, el caos no tardó en desatarse. Gritos, preguntas, miradas de terror. Nadie sabía qué hacer ni cómo actuar.

—¡Ustedes fueron los primeros en llegar! —gritó alguien desde el grupo.

—¡Claro, ellos siempre andan metidos en problemas! —añadió otra voz.

—¡Eso no es justo! —gritó Sara, defendiéndose antes de que las acusaciones se extendieran—. Nosotros no hicimos esto.

Pero las miradas acusadoras continuaron. El hecho de que ellos hubieran sido los primeros en llegar al campamento los puso en una posición comprometida. Valery, que normalmente era más calmada, se dejó llevar por la rabia.

—¡Nos están culpando porque llegamos antes, pero ni siquiera estábamos aquí cuando ocurrió!

Maicol Estiven se puso de pie, enfrentándose al resto de los estudiantes.

—¿De verdad creen que nosotros haríamos esto? ¡Es el profe Charry! —exclamó, su rostro reflejando una mezcla de confusión y dolor.

—Si no fueron ustedes, ¿entonces quién? —preguntó una de las chicas del otro grupo, mirando a Fabián con recelo.

Sara miró a Fabián, quien se mantenía callado, observando al profesor. Se sentía una tensión palpable en el aire. Nadie sabía qué hacer, pero todos querían encontrar a alguien a quien culpar.

—Tenemos que pensar con calma —dijo Sara finalmente, tratando de recobrar el control de la situación—. Encontramos al profesor así. No lo atacamos ni robamos nada.

Pero, por más que intentaran defenderse, el hecho de que habían llegado primero al campamento los señalaba. Sara sabía que, hasta que no encontraran una explicación para lo que había pasado, el resto del grupo seguiría sospechando de ellos.

Valery se acercó a Sara y le susurró:
—Lo último que necesitamos es que nos sigan culpando por esto.

Sara asintió. Las cosas ya estaban lo suficientemente mal. El profesor en coma, los alimentos desaparecidos y ahora, encima de todo, las sospechas cayendo sobre ellos. Tendrían que trabajar juntos para resolver lo ocurrido y limpiar su nombre.

 

Capítulo 3: "Los perdidos en el camino"

El sol estaba empezando a descender, tiñendo el cielo de un tono anaranjado, mientras Samuel caminaba detrás de Willian, abriéndose paso entre los altos matorrales. El monte era más denso de lo que habían esperado, y el grupo había avanzado con lentitud durante la investigación. Laura y Ana Paula iban detrás de ellos, conversando en voz baja, como si el peso de la vegetación densa hubiera acallado su ánimo habitual.

—No sé por qué el profesor Charry nos mandó tan lejos —murmuró Willian, levantando una rama para que Samuel pasara—. Podríamos haber recogido los datos cerca del campamento.

—Porque supuestamente aquí hay más biodiversidad —respondió Samuel, aunque ni él parecía convencido de eso.

Habían pasado horas caminando entre los árboles y maleza, sin encontrar nada demasiado interesante, solo algunas plantas y señales de animales pequeños. Las niñas, al principio entusiasmadas, ahora parecían cada vez más calladas, como si el entorno se hubiera vuelto más opresivo a medida que avanzaban.

Fue entonces cuando Samuel notó algo extraño.

—¿Dónde están Laura y Ana Paula? —preguntó, deteniéndose en seco.

Willian se giró de inmediato, su expresión cambiando de la frustración a la preocupación. Las chicas, que estaban a pocos metros de ellos momentos antes, habían desaparecido. El monte, con sus matorrales altos y espesos, parecía haberlas tragado.

—¿Estaban justo detrás de nosotros? —Willian comenzó a mirar a su alrededor con nerviosismo, intentando entrever algo entre las ramas.

—¡Ana Paula! ¡Laura! —gritó Samuel, su voz reverberando entre los árboles. No hubo respuesta.

Ambos chicos comenzaron a retroceder, siguiendo el mismo camino por el que habían venido, pero no había señales de las niñas. Los matorrales parecían más espesos ahora, como si el monte hubiera cambiado a su alrededor. El silencio que los rodeaba era sofocante.

—Esto no me gusta nada —murmuró Samuel, empezando a sentir el peso de la situación. Sabía que debían permanecer juntos, pero ahora, a solas en medio de la espesura, la ansiedad empezaba a apoderarse de él.

—Sigamos buscando —dijo Willian, tratando de mantener la calma, aunque su voz también temblaba un poco—. No deben haber ido muy lejos.


El tiempo parecía alargarse en su búsqueda, y cuando finalmente decidieron regresar al campamento, las chicas aparecieron de manera repentina, justo cuando Samuel y Willian ya podían ver los primeros rastros de humo del fuego del campamento a lo lejos.

—¿Dónde estaban? —preguntó Samuel, sorprendido al verlas acercarse desde el mismo lado que ellos.

Laura y Ana Paula estaban cubiertas de hojas y con una expresión seria en sus rostros, pero no respondieron de inmediato. Ana Paula fue la primera en romper el silencio.

—¿Dónde creen que estaban ustedes? —preguntó, cruzando los brazos y mirando a los chicos con ojos acusadores.

—¿Nosotros? —Willian parpadeó—. ¡Ustedes fueron las que desaparecieron! Las perdimos entre los matorrales y...

—¿Desaparecimos? —interrumpió Laura, su tono mordaz—. Más bien parecía que ustedes nos dejaron atrás.

Samuel y Willian intercambiaron miradas. Las chicas estaban visiblemente molestas, pero había algo más en su actitud, una extraña acusación implícita en sus palabras.

—No tiene sentido —respondió Samuel, intentando ser razonable—. No las dejamos. Nos dimos la vuelta y ustedes ya no estaban.

Ana Paula se acercó más a ellos, su mirada intensa.

—¿Y por qué desaparecieron justo cuando el profesor fue atacado? —preguntó, su voz cargada de sospecha.

Willian soltó una risa nerviosa.

—¿Nos están acusando? —dijo, incrédulo—. ¡Nosotros estábamos buscando plantas cuando todo pasó! Ustedes son las que se esfumaron sin decir nada.

—¿Y cómo sabemos que no fueron ustedes? —replicó Laura, su voz fría—. Justo cuando regresamos, encontramos al profesor en el suelo y todas las provisiones robadas. Ustedes fueron los que más tiempo estuvieron separados de nosotros.

—¡Eso es ridículo! —gritó Samuel, sintiendo que la situación se les escapaba de las manos—. Nos perdimos igual que ustedes, y cuando nos dimos cuenta, ustedes ya no estaban. ¿Cómo podemos estar seguros de que no fueron ustedes quienes atacaron al profesor?

El intercambio de acusaciones comenzó a subir de tono. Las niñas insistían en que los chicos habían tenido tiempo de hacer algo durante su ausencia, mientras que Samuel y Willian seguían defendiéndose, desconcertados por la misteriosa desaparición de las chicas.

—Esto no tiene sentido —dijo Willian, tratando de poner fin a la discusión—. No estamos acusándonos mutuamente cuando ninguno de nosotros sabe qué pasó.

Ana Paula y Laura no parecían convencidas. Para ellas, algo había sucedido mientras estaban separados, y la sombra de la sospecha seguía rondando sobre los cuatro.

Finalmente, decidieron volver al campamento, pero el ambiente estaba tenso. Los chicos y las chicas mantenían una distancia evidente entre ellos, y aunque nadie lo decía abiertamente, las dudas y las desconfianzas seguían ahí, flotando en el aire como un susurro inquietante en medio del monte.

 

Capítulo 4: "Los murmullos en el bosque y el lugar seguro"

El sonido del agua cayendo se escuchaba a lo lejos, cada vez más fuerte a medida que el grupo avanzaba entre los árboles. Asly caminaba adelante, liderando el grupo con una mezcla de curiosidad y cautela, mientras Jhon, Juan Sebastián y Andy la seguían, algo nerviosos.

—No deberíamos estar aquí —dijo Juan Sebastián en un susurro, mirando a su alrededor, como si temiera que alguien los estuviera observando—. El profesor Charry fue claro cuando nos dijo que no nos alejáramos tanto.

—Solo vamos a echar un vistazo —respondió Asly, sin detenerse—. No podemos perder la oportunidad de ver esa cascada. Nunca hemos estado tan lejos del campamento.

Jhon, que normalmente era el más callado, agregó:
—Es verdad, escuché que hay un pequeño lago detrás de la cascada. No está en los mapas, pero algunos antiguos estudiantes hablaron de él.

Andy, siempre el más inquieto del grupo, no parecía tan convencido.
—Está bien, pero si algo sale mal, no digan que no lo advertí.

El sonido de la cascada ahora era ensordecedor. Estaban cerca. El bosque comenzó a despejarse, y ante ellos apareció el imponente salto de agua, alto y poderoso, su corriente golpeando con fuerza las rocas y creando una cortina de agua que reflejaba los últimos rayos de sol.

—¡Wow! —exclamó Asly—. Es aún más impresionante de lo que imaginaba.

Sin embargo, Jhon fue el primero en notar algo extraño.

—¿Escucharon eso? —preguntó, bajando la voz de golpe.

El grupo se detuvo, mirando a su alrededor. Por encima del rugido del agua, un murmullo suave parecía provenir desde detrás de la cortina de la cascada. Las palabras eran apenas audibles, pero lo suficiente como para llamar su atención.

—¿Quién está hablando? —preguntó Andy, frunciendo el ceño.

Asly se acercó un poco más, tratando de escuchar mejor. Entre el ruido del agua, logró captar algunas palabras sueltas, pero una en particular la hizo detenerse en seco.

—¿Dijeron "matar"? —preguntó, su voz ahora cargada de preocupación.

Jhon, que estaba más cerca de ella, también lo había escuchado. Era como si varias personas estuvieran conversando, pero el eco de la cascada distorsionaba sus palabras. Sin embargo, no cabía duda de que la palabra "matar" había sido pronunciada.

—Tenemos que irnos —dijo Asly de repente, dando un paso atrás. Su instinto le decía que debían salir de allí cuanto antes.

Andy, con los ojos muy abiertos, empezó a retroceder también.
—Esto no es bueno. Sea lo que sea, no podemos quedarnos aquí.

Juan Sebastián estaba paralizado, mirando fijamente la cascada. Era como si quisiera confirmar que lo que habían escuchado era real y no una mala interpretación. Pero al ver la seriedad en los rostros de los demás, no lo dudó más.

—Vámonos —dijo en voz baja, comenzando a caminar de espaldas—. No podemos arriesgarnos.


El grupo se alejó lo más rápido posible, manteniendo el silencio mientras el bosque se cerraba nuevamente a su alrededor. Ninguno de ellos se atrevía a hablar hasta que estuvieron lo suficientemente lejos de la cascada.

Cuando finalmente se detuvieron, tratando de recuperar el aliento, Andy fue el primero en hablar.

—¿Qué crees que estaban diciendo? —preguntó, su voz aún temblorosa.

—No lo sé, pero claramente no era algo bueno —respondió Asly, aún con el corazón acelerado—. No tenemos idea de quiénes eran o de qué hablaban, pero escuchar la palabra "matar" en medio del bosque no es exactamente algo tranquilizador.

Jhon miró a sus amigos con una expresión grave.

—¿Y si ellos tienen algo que ver con lo que le pasó al profesor Charry?

El grupo quedó en silencio. Era una idea aterradora, pero a la vez, parecía tener sentido. Si había personas desconocidas en el bosque, y estaban hablando de cosas violentas, ¿podría eso explicar el ataque al profesor y el robo de las provisiones?

—Tenemos que encontrar un lugar seguro —dijo Asly, mirando a su alrededor—. No podemos volver al campamento sin asegurarnos de que no nos siguieron.

Juan Sebastián asintió, todavía nervioso.
—Y tampoco podemos contarle a los demás hasta que sepamos exactamente qué pasó. Si lo hacemos, solo causaremos más pánico.

—¿Un lugar seguro? —preguntó Andy—. Estamos en medio del bosque. No hay ningún lugar donde estemos realmente a salvo.

—Allí —respondió Jhon, señalando una formación rocosa cercana—. Parece lo suficientemente alto para tener una buena vista y resguardarnos por un rato.

Sin decir más, el grupo se dirigió hacia las rocas, escalando con cuidado hasta encontrar una pequeña hondonada, un espacio que les ofrecía refugio. Desde allí podían ver gran parte del bosque sin ser vistos fácilmente.

—Esperaremos aquí hasta que estemos seguros de que no hay peligro —dijo Asly, aunque su tono no era tan seguro como antes.

Los cuatro se acomodaron en el lugar, intentando mantenerse tranquilos. El eco de las voces que habían escuchado aún resonaba en sus mentes. La cascada, que al principio parecía un simple lugar bonito para explorar, ahora era el escenario de algo oscuro y misterioso. Y lo peor era que no sabían si estaban a salvo o si, en algún momento, las personas detrás de los murmullos los encontrarían.

 

 


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